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Domingo 23 de Noviembre de 2025

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23/11/2025

Amor cosecha tardía: el divorcio después de los 60 años, la segunda oportunidad de los viudos y el deseo sin edades

Fuente: telam

La generación que creció creyendo que a los 60 solo quedaba “acomodarse” está reescribiendo el guion: se separa, se enamora, vuelve a empezar. El aumento de los divorcios, de los matrimonios y de los perfiles +50 y +60 en apps de citas da cuenta de que, en un mundo que vive más años que nunca, buscar nuevos vínculos y volver a apostar por la vida en pareja es otra forma de disfrutar la longevidad

>Barajar y dar de nuevo parece ser la consigna. Si voy a vivir treinta, cuarenta años más, ¿quiero seguir haciéndolo con esta persona? ¿Repetir las peleas, los desencuentros, los temas sin resolver? El divorcio después de los sesenta ya no es una rareza en la Argentina: es una estadística que crece. Pero junto a otra: el amor, las nuevas parejas y hasta la unión civil y los matrimonios.

Las aplicaciones de citas acompañan este giro silencioso. En OurTime —la app global para mayores de 50— Argentina se convirtió en uno de los mercados de mayor crecimiento. Y en las apps tradicionales ocurre algo inesperado: uno de cada diez usuarios argentinos tiene más de 60 años. Los perfiles repiten las mismas palabras: “viudo”, “recién separada”, “busco compañero”, “quiero reírme de nuevo”. No es nostalgia: es presente.

En Buenos Aires, las escenas de reencuentro se multiplican. A las seis de la tarde, en La Peña del Colorado, las mesas se llenan de hombres y mujeres de 60 y 70 que bailan una zamba como quien firma un contrato con el tiempo. En Parque Centenario, las clases de salsa arman un mercado afectivo al aire libre. En el Salón Canning, las milongas siguen siendo un ritual de cortejo y ternura. Pero la Generación X pide pista, y las formas de diversión para mayores de sesenta ya tienen más que ver con el rock y el patrimonio cultural de la década del 80 que con los clásicos tangos y boleros. En Caballito y Saavedra, los karaokes estallan con “Eiti Leda” o “Inconsciente Colectivo” mientras la ciudad empieza a inundarse de clases de rock and roll o baile disco y piano bar para cantar a los gritos a Pappos Blues.

Esther Díaz ya lo escribió: “El deseo no tiene edad. Tiene historia”. A sus 80, vital y provocadora como siempre, publicó un libro donde narra su renacimiento erótico tras jubilarse: volver a enamorarse, explorar su sexualidad, desafiar prejuicios. Su voz abrió una puerta para quienes todavía sienten deseo pero creían que “no correspondía”. Aunque también está claro que en las nuevas parejas que se forman, la búsqueda es de compañía y conversación tanto o más que de sexualidad.

Si sé que voy a vivir treinta o cuarenta años más, ¿quiero hacerlo en esta casa, con esta persona, arrastrando los problemas de siempre? En Estados Unidos, el “divorcio gris” —las separaciones después de los 50— se duplicó desde 1990. The Wall Street Journal lo definió así: “Cuando la vida se alarga, la paciencia se acorta”.

En Argentina, el fenómeno avanza con silenciosa contundencia. A veces no hay pelea, sino una revelación: “No quiero pasar mis próximos veinte años así”. “Me encontré solo sin saber quién era”. El nido vacío, la jubilación, los silencios que quedaban tapados por el trabajo: todo invita a revisar la vida. El divorcio gris no es un cierre: es un reinicio. Un volver al idioma propio después de décadas de hablar en plural.

La Facultad de Medicina de la UBA registró que el 64% de los varones mayores y el 38% de las mujeres siguen sexualmente activos después de los 60, aunque con ritmos más lentos y menos centrados en el coito. Investigaciones del Hospital Italiano muestran que, en la vejez, el erotismo se vuelve menos performático y más afectivo: una conversación, una mano sostenida, un secreto compartido pueden ser tanto o más excitantes que un encuentro planificado.

El Guardian publicó hace poco el testimonio de una mujer de 72 que contaba que la menopausia le devolvió algo parecido a la libertad: “A esta edad, por fin tengo tiempo, tengo humor y tengo piel”. En Buenos Aires ocurre lo mismo: muchas mujeres viven la etapa posmenopáusica con mayor curiosidad; otras enfrentan síntomas que pueden tratarse, pero nadie lo menciona. La frase “a esta edad ya no toca” convence cada vez menos.

Sucede en todas las clases sociales. Las celebridades lo exhiben sin pudor: Horacio Pagani se casó a los 72 con Cecilia Di Carlo después de doce años juntos; Mario Vargas Llosa, a los 81, revolucionó a su familia cuando se enamoró de Isabel Preysler. La vejez amorosa dejó de ser un epílogo: es un fenómeno social. Los sociólogos lo llaman “segundas biografías afectivas”. Las personas mayores lo dicen más simple: “No pensé que a esta edad podía volver a pasar”.

El estudio de Harvard —el más largo del mundo sobre bienestar— comprobó que las relaciones afectivas sostienen la salud más que el dinero o la genética. La OMS señala que la compañía reduce un 30% el riesgo de muerte prematura. La Universidad de Michigan mostró que los mayores que mantienen vida íntima activa tienen mejor salud mental, menos depresión y mayor autoestima.

En un mundo que vive más años que nunca, el amor tardío deja de ser excepción para convertirse en una nueva forma de disfrutar la longevidad.

Fuente: telam

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