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18/11/2024

“Te pido que me ayudes a morir”: la solicitud de Carlos Alberto Montaner a su hija y el duro camino hasta la eutanasia

Fuente: telam

La periodista y escritora Gina Montaner abrió la Feria del Libro de Miami con “Deséenme buena suerte”, una crónica desgarradora sobre la enfermedad de su padre, reconocido intelectual cubano disidente, y el camino que transitaron juntos para que pudiera cumplir su deseo de dignidad final

>Había salido de Miami en compañía de su familia, para volver a Madrid —su primer hogar de exiliado de Cuba— y acogerse a la ley de eutanasia. Un vecino le había preguntado:

—No, me voy allí para morir —le había respondido Carlos Alberto Montaner.

“La parte intelectual, la parte cognitiva, verdaderamente le preocupaba”, recordó su hija, Gina Montaner, quien inauguró Miami Book Fair con la presentación de su nuevo libro, Deséenme un buen viaje, una crónica sobre la despedida de su padre. “Era un hombre bien informado, sabía en qué consiste una enfermedad neurodegenerativa. Él tenía una variante más severa de la enfermedad, que es la parálisis supranuclear progresiva. Sentía que su cuadro se aceleraba.

“Mi padre fue un hombre siempre muy racional, que defendió las libertades individuales, y una de ellas es el derecho a la eutanasia —siguió la periodista y escritora—. Para él fue muy fácil: nunca supuso un conflicto, ni siquiera una fuente de angustia. La angustia la sentimos nosotros”.

La sintió ella, que estuvo a cargo de meses de una larga travesía cuesta arriba, contra la burocracia médica, contra el tabú ante la muerte en la cultura occidental, incluso contra las contradicciones entre la razón y los sentimientos humanos, suyos y de su padre.

En todas las familias hay alguien que tiene el papel de cuidador, continuó, y en la suya le había tocado desde pequeña. En las vacaciones familiares, cuando iban de camping por los caminos de España en auto, ella se sentaba como acompañante y conversaba con su padre mientras la madre y el hermano dormían en el asiento de atrás. Compartían el carácter, la afición por el cine, la vocación. No la asombró escuchar su pedido.

Escribió en Deséenme un buen viaje: “Uno de los síntomas del Parkinson es la rigidez en la expresión facial. Mi padre había sido un hombre de sonrisa generosa y gestos afables. Esa tarde apenas pude reconocer su rostro de antes, con contornos más suaves. Tampoco su voz, que había adelgazado y ya no tenía la resonancia que exhibía cuando daba conferencias”.

“Yo lo entiendo”, dijo Gina Montaner, que dialogó con Gloria Ordaz el primer día de la Feria del Libro de Miami, el domingo 17 de noviembre. “Él hizo muy bien en tener muy claro lo que quería, y por tanto en decirme que lo tenía que ayudar, sin estar muy pendiente de todo lo que nos dolía. Al final él tenía que emprender un viaje del que no todo el mundo es capaz: poner hora día para su propia eutanasia”.

Se daban, entonces, todas las condiciones: un paciente con una enfermedad neurodegenerativa sin esperanza, un país con una ley de eutanasia que brinda compasión y recursos a las personas que quieran usarla, una familia amorosa dispuesta a respetar la voluntad de la persona.

Carlos Alberto Montaner murió el 23 de junio de 2023 en Madrid, en su casa, como había querido, con el amor de su esposa, sus hijos y sus nietas, y la asistencia del estado español. Pero llegar a esa instancia fue muy difícil. Deséenme un buen viaje cuenta en detalle cómo sucedieron las cosas.

Su familia estuvo unida, y Gina Montaner supo valorar esa fortuna: “Hay familias que se dividen con algo tan delicado como esto; incluyo hay algunas que tienen que tomar decisiones cuando alguien agoniza y tienen discusiones muy fuertes, discrepancias que pueden quebrarlas”. Ellos respetaron el deseo de su padre: todos estuvieron de acuerdo en que la eutanasia es un derecho y en que —como escribió Henry Marsh, citado en el libro— “ayudar a una persona a tener una muerte serena y digna que ella misma ha elegido es un acto de consideración y de amor”.

—¿Estaba usted preparada para cumplir con el papel de acompañante de su padre en esta travesía final?

—Pues, a ver... Creo que por mucho que que te lo imagines...

—...no, no lo estás. Una de las personas a la que tú más quieres está a tu lado y tú tienes que luchar con ella ¿para que se vaya de este mundo? Es una contradicción. Es una de las personas a la que tú más quieres y tienes que levantarte cada mañana para que consiga lo que quiere, que es irse.

Hay obstáculos menos comprensibles. El funcionamiento del sistema de salud: los quichicientos papeles que hay que conseguir, firmar, guardar, llevar, presentar; la indiferencia, la escucha a medias y la falta de tiempo de los médicos, por ejemplo. La falta de experiencia con una legislación que sólo existe en siete países del mundo.

Porque, como cuenta Deséenme un buen viaje, la primera vez que Carlos Alberto Montaner solicitó la eutanasia, el médico opinó que era prematuro. Que no estaba en el “contexto eutanásico”:

—No, ya tengo bastante con lo que tengo —le contestó él—. No me hace falta más.

—Por eso apeló la decisión del neurólogo.

Empezaba así:

Los 25 expertos de la comisión votaron a favor del recurso.

Su padre puso el punto final a su última columna, que se publicaría de manera póstuma. Compartieron los últimos días con pequeños paseos, conversaciones y lágrimas, una última cena con pizza y cineclub en familia. Ahora todos parecían navegar con menos incomodidad la inversión de papeles que se da en la vejez de los padres, y en también en la enfermedad, cuando los hijos y los nietos son quienes los cuidan.

Antes de viajar a la Feria del Libro de Miami, la ex directora editorial de los informativos de Telemundo, actualmente columnista de El Mundo y El Nuevo Herald, vio dos películas: La habitación de al lado, por la que Pedro Almodóvar recibió el León de Oro en el Festival de Venecia, y El último suspiro, de Costa-Gavras, que se vio en el Festival de San Sebastián. Ambas se tratan sobre la muerte asistida.

—Usted menciona el esfuerzo emocional y físico de la persona que cuida, un tema del que no se habla mucho. ¿Cómo mira hacia su experiencia?

Le queda un hilo de voz para decir lo que sigue, pero como cualquiera que ha acompañado a alguien en su final sabe que hay otros a los que les puede venir bien escucharlo:

Deséenme buen viaje —el título toma las últimas palabras de Carlos Alberto Montaner— está lleno de pequeños desvíos que el lector agradece: una biografía personal y política del disidente cubano, un álbum familiar con canciones populares españolas de los setenta, muchas historias del cine de oro de Hollywood, un contrapunto al paso entre Emmanuel Carrère y Haruki Murakami. “Me senté a escribir y así fue saliendo”, dijo la autora. “El libro es, por supuesto, sobre mi padre, pero también sobre cómo viví yo ese proceso, y trae a la historia mi universo, mis referentes”.

—Me senté a escribir no mucho después de su muerte, muy inmersa en todo lo que habíamos vivido. Quizá si hubiera dejado pasar el tiempo habría salido un libro más meditado, pero hay algo ahí del momento mismo en que lo escribí. Y cuando hice ese final, él estaba muy vivo para mí. Ya no es igual.

—No es erróneo. Aprendí sobre la importancia enorme de respetar al otro de verdad. Y para hacerlo hay que sobreponerse a los convencionalismos. ¿Qué se espera del entorno familiar? “No te vayas. Te vamos a cuidar hasta el final. Te queremos mucho. ¿Cuánto nos quieres tú si nos haces pasar por esto?” Aprendí que hay que sobreponerse a eso, ser adultos y respetar al otro. Parte de que podamos disfrutar de la libertad es respetar al otro, y muchas veces lo perdemos de vista. Adorábamos a mi padre y él nos amaba mucho, pero se quería ir.

Fuente: telam

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