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05/08/2025

El día que Estela de Carlotto recuperó a su nieto tras 36 años de búsqueda: “No quería morirme sin abrazarlo”

Fuente: telam

El 5 de agosto de 2014, hace hoy 11 años, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo supo que su nieto, Ignacio Montoya Carlotto, estaba vivo. Tras una lucha incansable, descubrió que entre los hombres que buscaban su identidad estaba la persona que ella había buscado toda la vida

>En 1978, la celebración del primer campeonato mundial ganado por Argentina dejó una imagen épica: el abrazo entre los flamantes campeones Alberto Tarantini y Ubaldo “el Pato” Fillol, junto a un hincha sin brazos que se unía al festejo. El fotógrafo Ricardo Alfieri inmortalizó ese momento en el Estadio Monumental el 25 de junio y lo llamó “el abrazo del alma”.

Treinta y seis años después, el 5 de agosto de 2014, Estela de Carlotto, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, dio al mundo la noticia más esperada:“¡Él me buscó! Vino a Abuelas, lo he recibido. Fue a la Conadi, fue recibido y escuchado. Y hoy me dicen: ‘¡Es tu nieto!’”, contó emocionada. Al día siguiente, se encontraron en La Plata. La nueva “foto del alma” fue la del abrazo entre esa abuela de ojos llorosos y el nieto que no dejaba de sonreír.

Durante más de tres décadas, Estela de Carlotto imaginó ese momento mil veces. Imaginó la cara, la voz, los gestos de su nieto. Imaginó qué le diría, si se dejaría abrazar, si la reconocería como su abuela. Lo imaginó dormido en los brazos de Laura, su hija, cuando apenas era un bebé. Pero el 6 de agosto de 2014, todo lo que había sido sueño, dolor y esperanza se convirtió en realidad. Por fin, lo tuvo frente a ella.

Aquel joven alto, de andar tranquilo y mirada serena, había vivido 36 años con otro nombre, Ignacio Hurban, en Olavarría. Criado por una familia del campo, era músico, componía, tocaba el piano. Y aunque su vida parecía completa, había una duda silenciosa que lo rondaba desde hacía tiempo. Fue esa duda la que lo empujó a hacerse el análisis de ADN. Simplemente porque algo no cerraba en su historia. Cuando lo pensó, lo dijo con calma: “Si soy hijo de desaparecidos, que mi abuela sea la abuela máxima”. Lo dijo como si fuera una broma. Pero no lo era. Y se lo admitió a su abuela, mirándola a los ojos.

Desde ese mismo despacho, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, llamó a su hija Claudia Carlotto, presidenta de la CONADI, para que cumpliera con lo que el protocolo indicaba: avisarle al joven sobre su identidad. Aunque esa llamada fue breve, fue transformadora para ella. En diálogo con Infobae Y así fue. En una casa de Gonnet, en la intimidad de una tarde que parecía detenida en el tiempo, Estela lo vio entrar. Toda la familia lo esperaba al hombre que llegó acompañado de su esposa. Hablaron durante casi seis horas. Él les contó cómo fue criado, cómo surgió la sospecha, cómo al principio no fue fácil tomar la decisión de buscar su verdad.

Laura Carlotto tenía 22 años y estaba embarazada de unos tres meses. La estudiante de Historia de la Universidad de La Plata fue secuestrada a finales de 1977 en su casa de la cuidad de Buenos Aires, al igual que su compañero, Oscar “Puño” Montoya, había sido desaparecido poco antes. Según sobrevivientes desaparecidos, Laura tuvo a su bebé en el Hospital Militar de Buenos Aires el 26 de junio de 1978. A Guido, pudo tenerlo en brazos durante unas horas. Después, se lo llevaron. A ella la asesinaron el 25 de agosto de 1978. Su cuerpo apareció con signos de tortura y un disparo en la cabeza. Tenía 23 años.

Estela supo del embarazo de su hija por compañeros de militancia. Supo de su nieto antes de saber que estaba vivo. Empezó a buscarlo desde el primer momento. No se detuvo jamás. Y en ese camino fundó, junto a otras mujeres que también buscaban a sus nietos, Abuelas de Plaza de Mayo.

Encarnaron una lucha sin descanso, sin precedentes: durante décadas, recorrieron juzgados, hospitales, iglesias, consulados. Hablaron con presidentes, jueces, científicos. Crearon el Banco Nacional de Datos Genéticos, una herramienta sin precedentes con la que se restituyeron identidades: 140 hasta ahora.

Cuando Ignacio se enteró de su verdadera historia, no rompió con su pasado. No lo negó ni lo rechazó. Simplemente sumó piezas a un rompecabezas que necesitaba completarse. Dijo que no sentía que hubiera recuperado su identidad sino que, más bien, esa identidad se había completado.

Para Estela, esa elección fue difícil. Le dolió un poco. “Era el nombre que le puso Laura. En la pancita era Guido”, confesó. Pero lo respetó. Como respetó sus tiempos, su silencio, su manera de estar. “Estoy para mimarlo, para abrazarlo, para escucharlo. No para imponerle nada”, dijo a las pocas semanas de que se encontraron, con la sabiduría de una abuela que entiende que el amor es libertad.

Once años después, ese abrazo sigue siendo un símbolo de lucha y resistencia. Estela, con 94 años, sigue contando la historia como si fuera ayer. Ignacio, o “Pacho”, como le dicen sus amigos y también su abuela, sigue de lleno en su carrera como músico.

Al cumplirse una década de saber que es el hijo de Laura y Oscar “Puño” Montoya, dos militantes secuestrados, desaparecidos y asesinados, dejó un texto en el que reflexionó sobre su vida desde que conoció la verdad que le falta conocer.

Fuente: telam

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